lunes, 3 de agosto de 2009

Marruecos.

La realidad político-económica marroquí es, a día de hoy, de gran trascendencia. Por un lado, el monarca viene utilizando desde hace algún tiempo su poder religioso para tratar de restar influencia al Islam. Por orto, Mohamed VI, trata de impulsar una capitalización del país terminando con el modelo económico existente.

Sin embargo, el énfasis puesto por la autoridad real en el tránsito a una economía capitalista, aparte de cometer flagrantes violaciones tanto al Estado de Derecho (excarcelaciones masivas) como a los Derechos Fundamentales (Sáhara), no puede ser calificado como altruista.

Muchas de las grandes empresas que comienzan a operar en Marruecos se encuentran bajo la propiedad de la familia real (El 60% de los títulos que cotizan en la bolsa de Casablanca pertenecen al holding que gestiona la fortuna real).

Macro proyectos urbanísticos y comerciales (el gran puerto de Tánger que comienza a competir con Algeciras o un nuevo proyecto en Nador) escapan del control del ejecutivo y sólo rinden cuentas al Rey.

El parlamento y los partidos políticos pierden poder de forma paulatina. Así, tanto socialistas como islamistas moderados son duramente reprimidos al tiempo que el mejor amigo del rey crea un partido que arrasa en las municipales (sin tener nada que ver, evidentemente, la extensa red de caciques que salpica el país)

Mientras en Europa el sistema capitalista se ha impuesto de forma progresiva, la llegada de la Ley de la Selva al mundo islámico puede tener unas consecuencias devastadoras.

En países del centro y del norte de Europa raro es el comercio que abre sus puertas hasta más de las seis de la tarde. En países algo más atrasados como España, la mayoría de supermercados abren hasta las 10, respetando el domingo como día de fiesta. Por ello, la apertura de la cadena de supermercados Marjane (también de propiedad real, por supuesto) los siete días de la semana de nueve de la mañana a once de la noche resulta turbadora, siendo una muestra del peligro que puede tener la instauración de la sociedad de consumo en este territorio.

El reino alauí se encuentra en estos momentos en una encrucijada clave de caminos, por lo que un paso dado en una dirección errónea puede dar lugar a una serie de consecuencias negativas que lastren el desarrollo de este país.

El pueblo marroquí no puede desperdiciar esta oportunidad. Sin embargo, debe conseguir recuperar su propia soberanía. Mientras el poder resida en una clase dominante reducida, el desarrollo conseguido será altamente inestable; corriendo el peligro de convertirse en un nuevo Irán.

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