Hace tres años, un abuelo cebolleta con unas gafas de sol tremendamente horteras y de tamaño descomunal, dio el salto al estrellato gracias a una cancioncilla cuyo estribillo coincidía con el título de esta entrada. Si lo habían olvidado, lo cual supondría una muestra de salud mental, no se preocupen que ya estoy yo aquí para recordárselo.
Hace más de un mes, el presidente estadounidense Barak Obama, durante el transcurso de una entrevista que tenía lugar en la Casa Blanca, trató de emular al viejo cebolleta y, sin perder el porte que le caracteriza y su gran sonrisa, le atizó un manotazo a un mosca que por allí rondaba cayendo ésta fulminada en el acto.
Algunas personas con mucha imaginación y demasiado tiempo libre han interpretado este gesto del presidente como un aviso a forasteros: “No tengo reparos en tomar duras medidas contra aquellos que se interponen en mi posición y la de mis intereses”.
A pesar de que la decisión de Obama de aniquilar al insecto en cuestión en aquel instante debemos calificarla como mera anécdota y dejarnos de interpretaciones retorcidas; lo cierto es que el militarismo neo-colonial que parece seducir a la administración Obama en Latinoamérica es altamente preocupante.
Tradicionalmente EEUU ha tratado de controlar el inmenso continente que se extiende bajo sus pies a través de una serie de Estados satélite que consiguiesen echar abajo aquellos gobiernos o movimientos sociales que se mostrasen en contra de sus intereses; nutriéndose para ello de la oligarquía y las fuerzas armadas de los distintos Estados latinoamericanos (Batista en Cuba, Pinochet en Chile, Videla en Argentina...)
Algunas posturas señalan que América Latina puede ser el punto de partida en el que ensayar un nuevo modelo económico alejado del libre mercado, pues se trata por lo general de países que han alcanzado cierto grado de desarrollo con respecto a otros del Tercer Mundo sin que la economía capitalista se haya asentado todavía de forma plena como sucede en todo Occidente.
El importante papel que puede jugar Latinoamérica en los próximos tiempos no deja indiferente a nadie; y mucho menos a un Estados Unidos que ve con estupor el progresivo crecimiento del ALBA, creado en 2004 como alternativa a “su” ALCA.
Por ello, ante el fuerte crecimiento que está sufriendo la izquierda en América Latina (si bien es cierto que no de la forma limpia que algunos desearíamos) y con este crecimiento la aplicación de unas políticas sociales que, generalmente, merman los beneficios de las multinacionales estadounidense dispersas por todo el continente, EEUU ha decidido retornar; si es que alguna vez la abandonó, a una política militarista que pretende un colonialismo encubierto.
Merece nuestra atención por tanto la oferta de Bogotá de instalar siete nuevas bases estadounidenses en suelo colombiano desde las que llevar a cabo un control de la región a través de misiones de espionaje y concentración de tropas.
Es obvio que la decisión cuenta con el rechazo generalizado de los gobiernos de todos países del continente; a excepción, naturalmente, de la propia Colombia y de Perú; a cuyo frente se encuentran Uribe y Alan García cuya política neoliberal encaja como anillo al dedo con los intereses económicos del empresariado estadounidense.
Las decisiones políticas tomadas por Obama desde que llegara a la Casa Blanca tales como la reforma sanitaria y financiera, así como el discurso dado en El Cairo son, desde mi perspectiva, más que positivas; sin embargo, podemos encontrarnos ante el primer gran patinazo del máximo dirigente norteamericano en caso de que acepte la propuesta de Uribe.
En un momento en el que el entendimiento entre los distintos pueblos de América Latina estaba llegando a través de distintos foros políticos de una forma pacífica, la imposición de una política militarista, y por tanto una inevitable reapertura de la violencia, debe ser calificada como fracaso.
Es alarmante por otra parte el cambio de postura del ejecutivo español. Mientras hace un mes Moratinos era partidario de “evitar una militarización de la zona”; recientemente, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega afirmaba que “España apoya la decisión tomada por Colombia en ejercicio de su soberanía”.
Para comenzar, que la decisión tomada por el presidente colombiano cuente en teoría con el respaldo de su pueblo no quita para no poder calificar la decisión de volver a remilitarizar todo un continente como despreciable. Para seguir: ¿No tendrá nada que ver en este cambio de postura el puesto que Obama va a dar a Zapatero de extranjis para la próxima reunión del G-20 que tendrá lugar en Septiembre en Pensilvania?
Hace más de un mes, el presidente estadounidense Barak Obama, durante el transcurso de una entrevista que tenía lugar en la Casa Blanca, trató de emular al viejo cebolleta y, sin perder el porte que le caracteriza y su gran sonrisa, le atizó un manotazo a un mosca que por allí rondaba cayendo ésta fulminada en el acto.
Algunas personas con mucha imaginación y demasiado tiempo libre han interpretado este gesto del presidente como un aviso a forasteros: “No tengo reparos en tomar duras medidas contra aquellos que se interponen en mi posición y la de mis intereses”.
A pesar de que la decisión de Obama de aniquilar al insecto en cuestión en aquel instante debemos calificarla como mera anécdota y dejarnos de interpretaciones retorcidas; lo cierto es que el militarismo neo-colonial que parece seducir a la administración Obama en Latinoamérica es altamente preocupante.
Tradicionalmente EEUU ha tratado de controlar el inmenso continente que se extiende bajo sus pies a través de una serie de Estados satélite que consiguiesen echar abajo aquellos gobiernos o movimientos sociales que se mostrasen en contra de sus intereses; nutriéndose para ello de la oligarquía y las fuerzas armadas de los distintos Estados latinoamericanos (Batista en Cuba, Pinochet en Chile, Videla en Argentina...)
Algunas posturas señalan que América Latina puede ser el punto de partida en el que ensayar un nuevo modelo económico alejado del libre mercado, pues se trata por lo general de países que han alcanzado cierto grado de desarrollo con respecto a otros del Tercer Mundo sin que la economía capitalista se haya asentado todavía de forma plena como sucede en todo Occidente.
El importante papel que puede jugar Latinoamérica en los próximos tiempos no deja indiferente a nadie; y mucho menos a un Estados Unidos que ve con estupor el progresivo crecimiento del ALBA, creado en 2004 como alternativa a “su” ALCA.
Por ello, ante el fuerte crecimiento que está sufriendo la izquierda en América Latina (si bien es cierto que no de la forma limpia que algunos desearíamos) y con este crecimiento la aplicación de unas políticas sociales que, generalmente, merman los beneficios de las multinacionales estadounidense dispersas por todo el continente, EEUU ha decidido retornar; si es que alguna vez la abandonó, a una política militarista que pretende un colonialismo encubierto.
Merece nuestra atención por tanto la oferta de Bogotá de instalar siete nuevas bases estadounidenses en suelo colombiano desde las que llevar a cabo un control de la región a través de misiones de espionaje y concentración de tropas.
Es obvio que la decisión cuenta con el rechazo generalizado de los gobiernos de todos países del continente; a excepción, naturalmente, de la propia Colombia y de Perú; a cuyo frente se encuentran Uribe y Alan García cuya política neoliberal encaja como anillo al dedo con los intereses económicos del empresariado estadounidense.
Las decisiones políticas tomadas por Obama desde que llegara a la Casa Blanca tales como la reforma sanitaria y financiera, así como el discurso dado en El Cairo son, desde mi perspectiva, más que positivas; sin embargo, podemos encontrarnos ante el primer gran patinazo del máximo dirigente norteamericano en caso de que acepte la propuesta de Uribe.
En un momento en el que el entendimiento entre los distintos pueblos de América Latina estaba llegando a través de distintos foros políticos de una forma pacífica, la imposición de una política militarista, y por tanto una inevitable reapertura de la violencia, debe ser calificada como fracaso.
Es alarmante por otra parte el cambio de postura del ejecutivo español. Mientras hace un mes Moratinos era partidario de “evitar una militarización de la zona”; recientemente, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega afirmaba que “España apoya la decisión tomada por Colombia en ejercicio de su soberanía”.
Para comenzar, que la decisión tomada por el presidente colombiano cuente en teoría con el respaldo de su pueblo no quita para no poder calificar la decisión de volver a remilitarizar todo un continente como despreciable. Para seguir: ¿No tendrá nada que ver en este cambio de postura el puesto que Obama va a dar a Zapatero de extranjis para la próxima reunión del G-20 que tendrá lugar en Septiembre en Pensilvania?
1 comentario:
Verdades como puños que muchos aún quieren negar.
Afortunadamente tenemos gente como tú que intentar dar un poco de verdad a este mundo de apariencias y verdades a medias.
Publicar un comentario