Las mañanas son cada vez más frías, el viento sopla con mayor fuerza tirando y arremolinando las hojas de los árboles que se van secando, Ana Rosa vuelve a atormentarnos por las mañanas (a partir de ahora con la colaboración del polivalente Losantos) y Karlos Arguiñano abandonará en breves la playa de Zarautz. Ante estas premisas la conclusión es evidente: Adiós al verano.
El verano es la mejor época del año dado que la mayor parte de la población cesa de realizar la actividad que acostumbra durante el resto del tiempo y el mundo, de forma inexplicable, sigue girando. Por ello, su término es siempre gris; como la mañana de hoy. Tan gris y truculento como la actividad política que vuelve a coger ritmo estos días.
Es previsible que el inicio del curso político venga marcado por dos cuestiones: Por un lado el incremento del paro que con total seguridad tendrá lugar en los próximos meses. Por otro, la reforma fiscal que debe plantear el ejecutivo para hacer frente al déficit.
Con respecto al paro, podemos remitirnos al noviembre pasado cuando Zapatero anunció el Plan de Inversión Local; a través del cual se destinaban nada más y nada menos que ocho mil millones de euros para la realización de obras por parte de los ayuntamientos que permitieran crear empleo y, por tanto, reactivar el consumo.
Todos ayuntamientos tomaron gustosos el dinero ofrecido por el gobierno (a pesar de las reticencias que puso la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, al ser necesario que figurase junto a cada obra el eslogan del ejecutivo central).
Es cierto que el Plan ha cumplido su principal objetivo –poner fin a la sangría en la destrucción de empleo-, sin embargo debemos destacar algunas deficiencias.
Así, en primer lugar, la precariedad a la hora de asignar muchos proyectos a lo largo y ancho del territorio, ha dado lugar a que la mayoría de las obras no hayan sido lo suficientemente meditadas, siendo en ocasiones innecesarias, pues en algunos lugares se ha destinado a podar árboles en pleno mes de Julio. Por tanto, la primera consecuencia derivada de la precariedad en la toma de decisiones es la escasa productividad de los proyectos llevados a cabo.
A pesar de que en breves el ejecutivo pondrá un plan en marcha por el que se destinarán cinco mil millones de euros a actividades con una mayor productividad –educación, energías renovables etc- lo cierto es que el impacto de esta segunda ayuda podría haber sido muchísimo mayor si desde un principio se hubiera congelado la bola y se hubiera pensado dos veces la actividad a la que se destinaría el dinero público.
Otra consecuencia de la rapidez con la que los proyectos debían ser asignados es que el empleo generado es de una volatilidad extrema; y de ahí el previsible aumento del paro en los meses de otoño –incluso en Agosto las filas del INEM se han hecho más largas-
Sin embargo, el Gobierno trató de este modo frenar la progresiva pérdida de popularidad y confianza por parte de los ciudadanos a través de una drástica reducción del paro y que estaría en la línea de políticas pasadas tales como el cheque bebé o, más recientemente, la prolongación del subsidio de desempleo.
Medidas que, en mi modesta opinión, son desafortunadas; pues a pesar de que la situación mejore a corto plazo, no hacen sino endeudar las arcas del Estado de forma progresiva; siendo mucho más productivo destinar el gasto público –imprescindible en esta coyuntura económica a pesar del cerrojazo de la oposición en esta cuestión- a proyectos que generen empleo estable y por tanto contribuyan a recuperar la inversión realizada para su creación.
Y de aquí a la segunda cuestión que considerábamos clave en el inicio de este nuevo curso político: Como los empleos generados se han evaporado en poco más de tres meses es necesario incrementar la recaudación de cara al nuevo ejercicio –las gallinas que entran por las que salen, para que se entienda- y por tanto, es imprescindible aumentar la tasa impositiva.
En este momento el ejecutivo sufre un tremendo deja-vu. Recordemos que el objetivo del Fondo de Inversión Local era entre otras cosas, frenar la inevitable caída de popularidad debido a la nefasta situación económica del planeta –conviene en este punto recordar también que el ejecutivo de Zapatero poco tuvo que ver en la crisis “Ninja”, la especulación bursátil de Wall Street o en la burbuja inmobiliaria española promovida por quien todos sabemos-. Sin embargo, es comúnmente sabido que un incremento de los impuestos supone, de forma irremediable y paradójica, un descenso de la popularidad y la confianza en los que gobiernan.
Por ello el ejecutivo se andará con pies de plomo a la hora de tratar esta cuestión, para evitar que todo lo hasta aquí hecho caiga en saco roto. La situación que tiene ante si el Gobierno es más o menos la siguiente:
Para facilitar la recuperación económica es imprescindible la reactivación del consumo. Consecuencia: El ejecutivo no tocará el IRPF -ni siquiera el de las rentas altas pues en 2006 ya fue reducido del 45% al 43% y parece poco probable que el ejecutivo se desdiga en 3 años- ni el impuesto de sociedades, por lo menos en cuanto a PYMES se refiere – Tanto para PYMES como para grandes empresas el impuesto ha sido reducido recientemente al 25% y 30% respectivamente-
El IVA es –o debiera ser- intocable; dado que se trata de un impuesto regresivo cuyo incremento aumenta a la vez las desigualdades sociales; lo cual choca con la supuesta ideología progresista del gobierno.
Por tanto, desde mi perspectiva, toda reforma fiscal debería basarse en tres pilares: Impuestos especiales, impuestos de capital y dentro del impuesto de sociedades debe ser tratado de forma separada el peculiar caso de las SICAV.
Ya en Junio el ejecutivo incrementó la tasa impositiva de la gasolina y el tabaco –sin tocar el alcohol para, como hemos visto a lo largo de la entrada, evitar un batacazo mayor en popularidad-. Sin embargo, en mi opinión, los impuestos sobre el tabaco y el alcohol deben sufrir un nuevo incremento para desincentivar el consumo por un lado –reduciendo la partida del presupuesto destinada a sanidad- e incrementar por otro la recaudación.
Es inadmisible desde todo punto de vista que con el tratamiento de 6 de las 29 enfermedades relacionadas con el tabaquismo según la OMS, el Estado se pula más de la mitad de lo recaudado vía impuestos especiales.
En segundo lugar, los impuestos sobre el capital que gravan intereses, dividendos, etc… se encuentra día de hoy en el 18% siendo más que previsible su incremento. El punto clave de la cuestión es si el Gobierno se decantará por una subida generalizada de este impuesto a una base imponible mayor o, por el contrario, el incremento se producirá dependiendo del origen de las ganancias obtenidas.
En este sentido, dado que en economía la confianza es esencial, un incremento generalizado podría alarmar a la población reduciendo de forma indirecta el consumo y prolongando en mayor medida la crisis. Por ello sería conveniente diferenciar, por ejemplo, entre aquellas ganancias obtenidas por la venta de acciones en un breve periodo de tiempo con objetivo meramente especulativo y aquellos beneficios obtenidos por un ciudadano que se deshace de parte de su cartera de valores tras varios años de inversión.
De todos modos las grandes fortunas quedan lejos de este impuesto sobre el capital, dado que se gestionan como norma general a través de una SICAV. Como consecuencia del mayor desconocimiento que tenemos acerca de este modelo de sociedad hemos dejado la cuestión de su modo de tributación para el final.
Una SICAV es una Sociedad de Capital Variable a través de la cual se gestionan las grandes fortunas. Aparte de un capital mínimo para su constitución se requiere para su constitución 100 socios.
El mecanismo es sencillo y es el siguiente: 100 tipos entregan parte de su patrimonio a una sociedad que lo gestiona como cree conveniente pagando a Hacienda el 1% del beneficio obtenido en concepto del Impuesto de Sociedades.
Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa. ¿Qué sucede si de 100 socios, 99 lo son de forma ficticia? Pues que la gestión queda en manos de una sola persona o, como mucho, de un reducido grupo, dando lugar a unos suculentos beneficios.
Por ello toda reforma fiscal en este país debe pasar por un incremento de esta tasa impositiva –para evitar, entre otras cosas, que se nos sigan riendo en la cara a toda la ciudadanía-
En definitiva: A pesar de que el año pasado el Gobierno no tuvo demasiado éxito en algunas cuestiones en materia económica –inversiones sin planificar, ayudas que no crean empleo…-, este septiembre José Luis “vuelve a empezar” por delante de Mariano como alumno aventajado de la clase, pues a pesar de sus errores por lo menos es consciente de la importancia de los servicios sociales y la necesidad del gasto público para mantenerlos
Como no es previsible la llegada de un nuevo alumno, por lo menos en un breve periodo de tiempo, esperemos que el Gobierno subsane errores anteriores y acierte en las decisiones que tomará a lo largo de este curso que ya empieza; pues un retorno de los populares al poder sería devastador.
El verano es la mejor época del año dado que la mayor parte de la población cesa de realizar la actividad que acostumbra durante el resto del tiempo y el mundo, de forma inexplicable, sigue girando. Por ello, su término es siempre gris; como la mañana de hoy. Tan gris y truculento como la actividad política que vuelve a coger ritmo estos días.
Es previsible que el inicio del curso político venga marcado por dos cuestiones: Por un lado el incremento del paro que con total seguridad tendrá lugar en los próximos meses. Por otro, la reforma fiscal que debe plantear el ejecutivo para hacer frente al déficit.
Con respecto al paro, podemos remitirnos al noviembre pasado cuando Zapatero anunció el Plan de Inversión Local; a través del cual se destinaban nada más y nada menos que ocho mil millones de euros para la realización de obras por parte de los ayuntamientos que permitieran crear empleo y, por tanto, reactivar el consumo.
Todos ayuntamientos tomaron gustosos el dinero ofrecido por el gobierno (a pesar de las reticencias que puso la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, al ser necesario que figurase junto a cada obra el eslogan del ejecutivo central).
Es cierto que el Plan ha cumplido su principal objetivo –poner fin a la sangría en la destrucción de empleo-, sin embargo debemos destacar algunas deficiencias.
Así, en primer lugar, la precariedad a la hora de asignar muchos proyectos a lo largo y ancho del territorio, ha dado lugar a que la mayoría de las obras no hayan sido lo suficientemente meditadas, siendo en ocasiones innecesarias, pues en algunos lugares se ha destinado a podar árboles en pleno mes de Julio. Por tanto, la primera consecuencia derivada de la precariedad en la toma de decisiones es la escasa productividad de los proyectos llevados a cabo.
A pesar de que en breves el ejecutivo pondrá un plan en marcha por el que se destinarán cinco mil millones de euros a actividades con una mayor productividad –educación, energías renovables etc- lo cierto es que el impacto de esta segunda ayuda podría haber sido muchísimo mayor si desde un principio se hubiera congelado la bola y se hubiera pensado dos veces la actividad a la que se destinaría el dinero público.
Otra consecuencia de la rapidez con la que los proyectos debían ser asignados es que el empleo generado es de una volatilidad extrema; y de ahí el previsible aumento del paro en los meses de otoño –incluso en Agosto las filas del INEM se han hecho más largas-
Sin embargo, el Gobierno trató de este modo frenar la progresiva pérdida de popularidad y confianza por parte de los ciudadanos a través de una drástica reducción del paro y que estaría en la línea de políticas pasadas tales como el cheque bebé o, más recientemente, la prolongación del subsidio de desempleo.
Medidas que, en mi modesta opinión, son desafortunadas; pues a pesar de que la situación mejore a corto plazo, no hacen sino endeudar las arcas del Estado de forma progresiva; siendo mucho más productivo destinar el gasto público –imprescindible en esta coyuntura económica a pesar del cerrojazo de la oposición en esta cuestión- a proyectos que generen empleo estable y por tanto contribuyan a recuperar la inversión realizada para su creación.
Y de aquí a la segunda cuestión que considerábamos clave en el inicio de este nuevo curso político: Como los empleos generados se han evaporado en poco más de tres meses es necesario incrementar la recaudación de cara al nuevo ejercicio –las gallinas que entran por las que salen, para que se entienda- y por tanto, es imprescindible aumentar la tasa impositiva.
En este momento el ejecutivo sufre un tremendo deja-vu. Recordemos que el objetivo del Fondo de Inversión Local era entre otras cosas, frenar la inevitable caída de popularidad debido a la nefasta situación económica del planeta –conviene en este punto recordar también que el ejecutivo de Zapatero poco tuvo que ver en la crisis “Ninja”, la especulación bursátil de Wall Street o en la burbuja inmobiliaria española promovida por quien todos sabemos-. Sin embargo, es comúnmente sabido que un incremento de los impuestos supone, de forma irremediable y paradójica, un descenso de la popularidad y la confianza en los que gobiernan.
Por ello el ejecutivo se andará con pies de plomo a la hora de tratar esta cuestión, para evitar que todo lo hasta aquí hecho caiga en saco roto. La situación que tiene ante si el Gobierno es más o menos la siguiente:
Para facilitar la recuperación económica es imprescindible la reactivación del consumo. Consecuencia: El ejecutivo no tocará el IRPF -ni siquiera el de las rentas altas pues en 2006 ya fue reducido del 45% al 43% y parece poco probable que el ejecutivo se desdiga en 3 años- ni el impuesto de sociedades, por lo menos en cuanto a PYMES se refiere – Tanto para PYMES como para grandes empresas el impuesto ha sido reducido recientemente al 25% y 30% respectivamente-
El IVA es –o debiera ser- intocable; dado que se trata de un impuesto regresivo cuyo incremento aumenta a la vez las desigualdades sociales; lo cual choca con la supuesta ideología progresista del gobierno.
Por tanto, desde mi perspectiva, toda reforma fiscal debería basarse en tres pilares: Impuestos especiales, impuestos de capital y dentro del impuesto de sociedades debe ser tratado de forma separada el peculiar caso de las SICAV.
Ya en Junio el ejecutivo incrementó la tasa impositiva de la gasolina y el tabaco –sin tocar el alcohol para, como hemos visto a lo largo de la entrada, evitar un batacazo mayor en popularidad-. Sin embargo, en mi opinión, los impuestos sobre el tabaco y el alcohol deben sufrir un nuevo incremento para desincentivar el consumo por un lado –reduciendo la partida del presupuesto destinada a sanidad- e incrementar por otro la recaudación.
Es inadmisible desde todo punto de vista que con el tratamiento de 6 de las 29 enfermedades relacionadas con el tabaquismo según la OMS, el Estado se pula más de la mitad de lo recaudado vía impuestos especiales.
En segundo lugar, los impuestos sobre el capital que gravan intereses, dividendos, etc… se encuentra día de hoy en el 18% siendo más que previsible su incremento. El punto clave de la cuestión es si el Gobierno se decantará por una subida generalizada de este impuesto a una base imponible mayor o, por el contrario, el incremento se producirá dependiendo del origen de las ganancias obtenidas.
En este sentido, dado que en economía la confianza es esencial, un incremento generalizado podría alarmar a la población reduciendo de forma indirecta el consumo y prolongando en mayor medida la crisis. Por ello sería conveniente diferenciar, por ejemplo, entre aquellas ganancias obtenidas por la venta de acciones en un breve periodo de tiempo con objetivo meramente especulativo y aquellos beneficios obtenidos por un ciudadano que se deshace de parte de su cartera de valores tras varios años de inversión.
De todos modos las grandes fortunas quedan lejos de este impuesto sobre el capital, dado que se gestionan como norma general a través de una SICAV. Como consecuencia del mayor desconocimiento que tenemos acerca de este modelo de sociedad hemos dejado la cuestión de su modo de tributación para el final.
Una SICAV es una Sociedad de Capital Variable a través de la cual se gestionan las grandes fortunas. Aparte de un capital mínimo para su constitución se requiere para su constitución 100 socios.
El mecanismo es sencillo y es el siguiente: 100 tipos entregan parte de su patrimonio a una sociedad que lo gestiona como cree conveniente pagando a Hacienda el 1% del beneficio obtenido en concepto del Impuesto de Sociedades.
Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa. ¿Qué sucede si de 100 socios, 99 lo son de forma ficticia? Pues que la gestión queda en manos de una sola persona o, como mucho, de un reducido grupo, dando lugar a unos suculentos beneficios.
Por ello toda reforma fiscal en este país debe pasar por un incremento de esta tasa impositiva –para evitar, entre otras cosas, que se nos sigan riendo en la cara a toda la ciudadanía-
En definitiva: A pesar de que el año pasado el Gobierno no tuvo demasiado éxito en algunas cuestiones en materia económica –inversiones sin planificar, ayudas que no crean empleo…-, este septiembre José Luis “vuelve a empezar” por delante de Mariano como alumno aventajado de la clase, pues a pesar de sus errores por lo menos es consciente de la importancia de los servicios sociales y la necesidad del gasto público para mantenerlos
Como no es previsible la llegada de un nuevo alumno, por lo menos en un breve periodo de tiempo, esperemos que el Gobierno subsane errores anteriores y acierte en las decisiones que tomará a lo largo de este curso que ya empieza; pues un retorno de los populares al poder sería devastador.
2 comentarios:
¿Qué puedo decirte que no sepas ya? Leerte es casi tan enriquecedor como escucharte. No nos prives de ese lujo y a ver si no tardamos demasiado en echarnos otro café... ¡Un besazo!
ZRZ, si te gustan las críticas de películas, o libros, o semejantes, sería un honor para Jorge e Ividal (yo) que fueras autor en http://situacioncritica2.blogspot.com Dame una respuesta en nachovl@msn.com, por favor. Muchas gracias de antemano
P.D. borra cuando quieras este mensaje
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