viernes, 30 de octubre de 2009

Igual que ayer.

Todavía era noche cerrada aquella madrugada de finales de Octubre. Sin embargo, a pesar de la época del año, no hacía frío en la estación y el canto de un grillo lejano y el olor a mar recordaban a las todavía recientes noches estivales.

Queda poco para que den las cinco y el andén se empieza a llenar de gente; de personas corrientes que comenzarán su extenuante jornada laboral en menos de una hora en algún lugar de la gran ciudad que se encuentra no lejos de allí.

Miradas serias y fijas en algún punto del edificio que se encuentra al otro lado de la vía. La mayoría se conocen y mueven la cabeza a modo de saludo autómata sin abandonar sus absortos pensamientos. Llevan viéndose el careto desde hace años todas las mañanas de lunes a viernes a las cinco menos poco en ese mismo lugar.

La estación se encuentra situada en medio de un tramo largo de vía, por lo que antes que escuchar el ruido de los vagones reptando sobre el raíl se vislumbra al fondo un pequeño punto de luz que se acerca cada vez más hasta detenerse entre el edificio, las miradas y el andén.

Suben al tren y se mezclan con los cientos de personas que ya lo abarrotan desde hace algún rato cuando pasó éste por sus distintos puntos de origen. Ahora todavía hay asientos libres para la mayoría; pero a partir de la próxima estación el ir sentado deberá considerarse un auténtico privilegio.

Es en ese momento, atravesando un barrio de casas rojas de ladrillo y sábanas blancas tendidas en las galerías, iluminadas todas ellas tristemente por una farola de luz amarillenta, cuando no puedes evitar en pensar en aquellos individuos que afirman que, a día de hoy, la clase trabajadora se ha esfumado quedando integrada en la clase media.

En la actualidad es cierto que la clase obrera ha desaparecido. Sin embargo, su extinción radica exclusivamente en la pérdida de conciencia como tal de clase –no en las evidentes desigualdades sociales que siguen vigentes-. Esa idea que costó todo un siglo XIX y parte del XX formar ha salido volando por los aires gracias a una clase política que predica la igualdad y actúa de de un modo totalmente contrario.

Resulta en este sentido paradójica la postura de un Partido Popular que desea rascar votos de dónde sea. Es cierto que la reforma fiscal adoptada por el Gobierno es regresiva al tocar la figura impositiva del IVA, y que por tanto reduce la capacidad adquisitiva de las rentas más bajas. Sin embargo, si partimos de la idea e que los partidos políticos deben representar la voluntad popular, lo primero que deberían hacer es no engañar ni a sus votantes ni al resto de la ciudadanía. Por ello la postura del PP me suscita algunas dudas:

En primer lugar critican la subida impositiva por regresiva e incrementar las desigualdades sociales -sin proponer alternativa alguna-. Sobreentendemos que su postura pasa por tanto por reducir el gasto público y no tocar o incluso reducir los impuestos.

Sin embargo, parecen olvidar una serie de datos: España es uno de los países desarrollados –si así nos queremos considerar- que cuenta con una menor presión fiscal, con un sector público infradimensionado, con una de las mayores desigualdades sociales tras EEUU –y por ende con uno de los mayores gastos en seguridad-.

Si reducimos los impuestos se reduce el gasto público. Si se reduce el gasto público se cierran colegios y hospitales; y si se cierran colegios y hospitales públicos –a los que todos tenemos derecho- las desigualdades sociales se agravan exponencialmente hasta el infinito.

A la clase política se le debería pedir coherencia: Si eres socialdemócrata sube antes el impuesto a las SICAV o el de patrimonio que te puliste cuando las cosas iban bien en lugar de una figura regresiva como el IVA. Si eres de derechas, liberal, de derechas-liberal o lo que quieras considerarte, no critiques una medida por regresiva ya que el incremento de las desigualdades sociales es inherente a tu política.

Frena el tren. Se bajan varias personas, algunos se vuelven a saludar con ese leve gesto. En silencio. Hasta mañana parece que dicen. Mañana se verán otra vez a las cinco meno poco; igual que estos últimos años. Y los que les quedan.

Nota: ¿Cómo se puede combinar estar a favor de la liberalización de la sanidad y la educación por un lado, y por otro apoyar el intervencionismo encubierto en la banca? Lo decíamos antes: Lo primero que debe exigirse a la clase política es coherencia.

domingo, 4 de octubre de 2009

Derechos y Derecho

Hace una semana publiqué en este blog una entrada –iPood y Burka- que parece haber generado una sana polémica. Al considerar que no era oportuno publicar un nuevo comentario con la parrafada que viene a continuación, he preferido publicar una nueva entrada y además, de este modo, dar al asunto la relevancia que se merece. En primer lugar, y antes de comenzar, quiero dar expresamente las gracias a Ividal por su participación activa en este espacio, favoreciendo un debate que nos enriquece a todos.

Estoy totalmente de acuerdo contigo que es en los primeros años de vida cuando una persona se forma moralmente, jugando por tanto la escuela un papel fundamental. Por otra parte, comparto la idea de que desde el momento en que colgamos a un niño un crucifijo del cuello se complica la cuestión de que decida libremente por él mismo su posición moral –aunque a muchos niños llevar el colgante no les impida comportarse como auténticos cafres renunciando a todos los valores que en teoría profesan-.

Sin embargo, a la hora de evitar la posibilidad de que un chiquillo lleve el crucifijo aparecen una serie de problemas. En primer lugar, si partimos de que no es lícito que lo lleven –al no haber alcanzado la madurez suficiente-, debería desarrollarse legislativamente la prohibición de llevarlo. Por tanto, la ley debería fijar la edad a partir de la cual se presupone que el individuo hubiese alcanzado la capacidad natural suficiente como para decidir por sí mismo el llevar el símbolo o no.

Primer problema: ¿Qué edad fijamos? A la polémica ley del aborto podemos remitirnos. ¿a los catorce, a los dieciséis, con la mayoría de edad a los dieciocho? En mi opinión, dado que cada individuo nos desarrollamos a un ritmo diferente, es imposible fijar una edad a partir de la cual un sujeto pueda decidir por si mismo.

Segundo problema: De acuerdo, hemos fijado una edad en equis años, no pudiendo nadie por debajo de ella acudir a clase con simbología religiosa; pero ¿sólo religiosa?. En tal caso estaríamos negando el carácter de cultura a cualquier otra manifestación al margen de la religión y que desde mi perspectiva tienen una vital trascendencia a la hora de determinar la conducta de los seres humanos. ¿Qué sucede cuando un chiquillo se disfraza de torero en el carnaval del colegio? ¿Estaría influyendo a otros a dedicarse al despreciable arte de la tauromaquia?. ¿Qué sucede cuando un chaval acude al instituto con una camiseta con el 666 estampado? ¿Hace eso que aumente nuestro gusto por lo esotérico?

Tercer problema: Vale, hemos fijado la edad y hemos decidido que sólo lo religioso o no sólo lo religioso sino cualquier manifestación que pueda influir al resto de sujetos –como quieran-. Es sabido que la vulneración de lo prohibido –es decir; pasarse las normas por el forro- tiene un atractivo especial para el común de los mortales. Basta con prohibir una actividad para que todo el mundo quiera hacerla –basta con prohibir fumar a los menores de 18 para que niñatos de 14 tengan un cigarro en la mano-.

Entonces; ¿La prohibición de llevar un símbolo no generaría el efecto totalmente contrario al perseguido? Es decir; ¿No tendría lugar un aluvión de niños acudiendo a la escuela con el crucifijo colgando?

Cuarto problema: La ley ya ha sido aprobada, y existen una serie de sujetos que como he expuesto más arriba se la pasan por el forro. ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo se obliga al cumplimiento? Tenemos dos posibilidades. Una nefasta y la otra aún más.

La primera pasa por la consideración que al Estado corresponde la coacción física legitima en caso de incumplimiento de la norma. Procedería por tanto la intervención de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Es decir, la policía tomaría el aula y se llevaría a rastras al chaval con crucifijo –un poco fuerte; ¿no?-

La segunda solución implica dotar al profesor de autoridad para evitarlo tal y como pretende Aguirre en la Comunidad de Madrid. En mi opinión convertir maestros en maderos es una medida lamentable –aunque no tenga que ver opino que el respeto en las aulas no se gana ni mucho menos a través de una norma jurídica-.

El Derecho tiene por objeto tratar de resolver los conflictos que surgen como consecuencia de la convivencia entre seres humanos; no aumentarlos. En mi opinión determinados problemas no pueden ser regulados por ley; sino que corresponde a la moral interna de cada uno actuar de una determinada manera u otra.

Es injusto ciertamente que no todos seres humanos partamos del mismo punto a la hora de ser educados y existan determinadas personas que cuenten con un lastre en forma de cruz –una persona criada en base a la laicidad siempre podrá después optar por el camino conveniente-, sin embargo parece peor el remedio que la enfermedad.

Por ello modestamente me conformo con que cualquier manifestación cultural cumpla los derechos fundamentales de los seres humanos.

Lo que tenga que pasar

Y pasó lo que tenía que pasar. Las olimpiadas para Madrid: Ni flores. Madrid 2016 ha sido un fracaso como lo fue Madrid 2012. Y es que hay que ser cabezón para presentarse como candidato a dos olimpiadas seguidas.

La decisión del COI es equitativa si comparamos el número de olimpiadas celebradas en Europa y el número de las mismas celebradas en Latinoamérica –cero-. Además, la designación de Londres como ciudad olímpica para 2012 –una ciudad europea- dificultaba enormemente el nombramiento de la capital de España, por mucho Raúl, rey, Samaranch y Zapatero que presionasen a favor de ello.

Sin embargo el objetivo de esta entrada dista mucho –muchísimo- de realizar una defensa encarnizada de la candidatura madrileña. Más bien todo lo contrario.

La designación de Madrid como ciudad olímpica para dentro de siete años hubiera implicado seguir ligando el desarrollo económico del país a un modelo productivo que nos ha llevado a una situación lamentable.

Los menores indicios de recuperación económica que se dan en España tienen su razón de ser en la sustancial diferencia existente entre la crisis financiera mundial –provocada en gran medida por la desregulación de unos mercados financieros que se han convertido en auténticos casinos- con la crisis estructural española.

La grave situación española se debe a que hemos basado todo el crecimiento en un modelo insostenible el cual sólo era cuestión de tiempo que cayese de un modo estrepitoso.

Con un tejido productivo débil y un campo atrasado que vive única y exclusivamente de las subvenciones de Europa todo el crecimiento se sustentó exclusivamente en la construcción. Obras y más obras. Los españoles sólo sabemos apilar ladrillos uno encima de otro. ¿Dónde está una mano de obra formada en tecnología, en investigación o en ciencias?

Por ello, aunque el primer Fondo de inversión local no ha tocado estos problemas –como escusa podemos decir que era imprescindible reactivar el consumo lo más rápidamente posible – el segundo proyecto del gobierno que tiene por objeto financiar proceso que pongan énfasis en energías renovables, educación e investigación debe ser aguardado con expectativas esperando que traten de corregir las serias deficiencias de nuestra economía.

No podemos basar nuestro desarrollo en la construcción de un estadio olímpico, pistas de tenis y piscinas de cincuenta metros que beneficiarían en el corto plazo a los de siempre –al constructor- y en el largo plazo se convertirían en residuos inservibles: en auténticos estercoleros de nuestras ciudades. ¿Qué ha sido de la Expo de Zaragoza del año pasado? Sus instalaciones son una ciudad fantasma a punto de venirse abajo.

Sin embargo no aprendemos –por lo menos en un Aragón donde somos tozudos por naturaleza- Por eso, un día después de que a Madrid le digan que na nai, aquí se nos ocurre que con una Exposición universal en 2008 y otra hortofrutícola proyectada para 2014 no tenemos bastante y por eso queremos postular a Zaragoza como Capital europea de la cultura en 2016 y –noticia de hoy- proponer a Jaca como candidata a los juegos olímpicos de invierno –otra vez, porque la ciudad ya fue rechazada para el proyecto de 2008- en un momento en el que el cambio climático hace peligrar seriamente la continuidad de la nieve en la ladera sur del Pirineo.

En fin que el constructor hace caja ahora y mañana… Mañana se verá. Mañana que pase lo que tenga que pasar.

viernes, 2 de octubre de 2009

¿Un símbolo?

Impactante. Sólo unos segundos de imagen a través de una caja tonta que cada vez veo menos han logrado dejarme con la boca abierta.

Cuando el “informativo” –permítanme las comillas- daba sus últimos coletazos después de atronar a su audiencia con el profundo debate moral de si Madrid será o no ciudad olímpica y ver durante diez minutos cómo la élite de este país –Juan Carlos de Borbón y Raúl González Blanco- se desvive por lograrlo en la capital danesa, el locutor nos recuerda que hoy el régimen chino celebra su sesenta cumpleaños.

Primero nos ofrecen una serie de imágenes de Pekín, la capital del Estado, en la que ha tenido lugar un desfile de carácter desproporcionado en el que China ha mostrado a toda sociedad internacional su poderío militar.

Debemos destacar para empezar que las medidas de seguridad tomadas por el gobierno chino rozan la esquizofrenia. En esta línea ha prohibido –o más bien, recomendado- durante la jornada de hoy asomarse a las ventanas alegando que un francotirador te podía volar el cogote si se te ocurría hacerlo –un modo perfecto de incrementar la seguridad ciudadana al tiempo que el cuerpo de disparadores de élite de la policía paramilitar china realiza unas prácticas cojonudas con algún tipo que tenga que colgar la colada-. Pero no se han quedado allí. Su paranoia les ha llevado a prohibir volar cometas o vender cuchillos en el Carrefour etc, etc; pero en fin, no es esta la cuestión que nos ocupa.

La imagen chocante ha venido justo a continuación. Nueva York. De noche y desde el aire. El skyline –como le diría alguien cool- se contrasta con la oscuridad del cielo. La cámara se acerca al símbolo del capitalismo yankee: El Empire State Bulding. El edificio está prácticamente apagado en sus plantas inferiores; pero en las últimas hay luz. Son varias luces de colores, algunas rojas, algunas amarillas. Es la representación de la bandera china hondeando en lo más alto del cielo neoyorkino.

En mi opinión se trata de todo un símbolo de cómo el gigante asiático crece a marchas forzadas en la sociedad internacional. Su PIB alcanzará un crecimiento próximo al 10% el año que viene, mientras las economías occidentales siguen debatiéndose entre la recesión o como mucho, un mínimo crecimiento.

La inversión realizada durante años en bonos del tesoro estadounidense parece comenzar a dar sus frutos. Aunque es cierto que esta inversión supone una fuerte limitación al crecimiento del yuan –se encuentra ligado irremediablemente al dólar-, no podemos obviar que el acontecimiento de hoy es reflejo de un futuro cambio en el liderazgo del mundo –China es el príncipe del planeta como decíamos en una entrada anterior-.

Es cierto que el acontecimiento de hoy en un sentido estricto no deja de ser un símbolo y que, como tal, sólo tiene la importancia que le queramos dar las personas. Como norma general, considero que la importancia dada a este tipo de actuaciones debe ser limitada. Sin embargo lo de hoy es una excepción.

Este símbolo vale más que mil palabras. Valoren ustedes: