martes, 30 de junio de 2009

De derechas "liberal"


Afirman algunos lingüistas que en castellano existen determinadas palabras que dotan al discurso de una mayor consistencia; entre ellas se encuentran aquellas que terminan en el sufijo “–al”; y en las que entre, desde mi perspectiva, se encuentra de forma inequívoca el término liberal.

¿Yo? De derechas liberal. Es una de las repuestas más frecuentes que puedes encontrarte cuando tu interlocutor se sitúa políticamente. Liberal se trata por tanto de una cortina que trata de ocultar el monstruo que se encuentra detrás. Debe ser extremadamente duro reconocer sin paliativos que en un ámbito político te sitúas a la derecha y que, por definición, te la traen al pairo el resto de los mortales.

En el momento que entendemos la democracia como un sistema que trata de buscar el beneficio o interés de toda la ciudadanía a través de su participación en la toma de decisión política (bien sea de forma representativa o de un modo directo), debemos excluir a la derecha, que por definición ha buscado y busca siempre su propio beneficio (desde los oligarcas del XIX hasta los del XX como Fabra), del calificativo de “democrática”.

Mientras en otros países europeos como Francia o Alemania es cierto que existe una alternativa que podríamos denominar “liberal” en un sentido económico (menor intervención del Estado en la economía, bajada de impuestos, énfasis en el impulso de la iniciativa privada y por tanto reducción del sector público) con la que podemos estar o no de acuerdo, España e Italia son dos claros ejemplos de países en los que el término liberal se emplean como una cortina de humo.

Toman del liberalismo limitar el sector público lo máximo posible potenciando las privatizaciones de los antiguos monopolios estatales. Entre 1996 y 2004 (que sobra decir quién dormía en Moncloa) se privatizaron entre otras Telefónica (adjudicándosela a un tal Villalonga, compañero de pupitre de Aznar, que daría poco después un auténtico pelotazo tras su venta) e Iberia (que financió de forma totalmente altruista la campaña electoral del PP en 2004 a través de Fundescam a cuyo frente se encontraba Esperanza Aguirre).

Defienden también una bajada de los impuestos. Es paradójico que en barrios populares ganen los votos de los conservadores; cuando, tal y como queda relatado con más detalle en la entrada anterior, una bajada del tipo impositivo conlleva un incremento de las desigualdades sociales y por tanto unas peores condiciones de vida para estos individuos.

Sin embargo, esta aparente contradicción encuentra su fundamento en la escasa cultura (política y general) que caracteriza a los habitantes de este territorio. Y es precisamente en este punto donde debemos empezar a hablar de derechas a secas.

Desde siempre la derecha ha apostado fuerte por el analfabetismo de la población. Evidente; si la población vive en la ignorancia es infinitamente más fácil llevar a cabo sus proyectos. Existen tres formas de dormir la conciencia de los mortales; estando dos de ellas íntimamente relacionadas.

Televisión, educación e Iglesia.

Debido a la gran repercusión que tiene entre la sociedad, la caja tonta es la forma más eficaz de llevar a cabo el harakiri cultural de la población. En esta línea podemos destacar dos cadenas: Antena 3 y Telecinco (en manos de Berlusconi; que tiene en su poder 4 de los 5 canales televisivos de Italia para favorecer que el pueblo italiano reciba la información desde distintas perspectivas)

Tanto la 3 como la 5 difunden elevado a su máximo exponente los que denominamos “tele-basura”. Pero la tele-basura de estos dos canales no se queda en la programación ordinaria; sino que invade los informativos dando lugar a una prensa amarilla que produce arcadas a cualquier sujeto que trate realmente de informarse de lo que sucede en el planeta y en España.
Un informativo que dura media hora, 20 minutos los dedica a sucesos, 3 a titulares y tan sólo 7 a noticias que de verdad afecten a los ciudadanos (ya no entro en la parcialidad o imparcialidad de estas); lo siento mucho, pero no puede calificarse propiamente como tal.

La derecha, a través de la reducción del gasto público, trata de limitar el acceso a la educación a aquellos chavales cuyas familias cuentan con un menor poder adquisitivo. De este modo la clase dirigente está formada por los cuatro gatos de siempre que viven pegados al poder con “Loctite” sin haber forma humana de sacarlos de ahí.

Lamentablemente este hecho se ve favorecido por la exaltación de la ignorancia practicada por aquellos chavales que más beneficiaría una igualdad de oportunidades entre las distintas capas de la sociedad; pero eso es otra historia.

La Iglesia lleva jugando un papel estelar como adormecedora de conciencias desde el medievo. Papel que hoy en día sigue desempeñando gracias a la combinación de los artículos 16 y 27, introducidos por la derecha en el debate constitucional, de nuestra Carta Magna y que han dado lugar al actual sistema de conciertos.

Es cierto que el poder manipulador de la Iglesia ha disminuido en los últimos tiempos dado que el número de feligreses que acuden a diario a la llamada del imán se ha visto reducido progresivamente (aunque hipócritamente un elevado porcentaje de la población se sigue considerando católica). Sin embargo, la Iglesia, como uno de los pilares del franquismo, sigue siendo defendida a ultranza por la derecha española (a las declaraciones de Mayor Oreja sobre los abusos a menores me remito).

Y es que, la derecha en España, es corrupta, clasista y no consigue (pues no quiere tampoco) separarse del nacional-catolicismo que tuvo lugar en los primeros años del franquismo. Así, dos concejales populares de Madrid, cuando toca aprobar la retirada del título de alcalde honorífico a Franco, prefieren, en un ejemplo de conducta demócrata, ausentarse de la votación.

En fin, lo dicho. En España la derecha es derecha. Sin liberal ni hostias.

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