Este 2009 pasará para la parroquia culé como el año en el que el buen fútbol, las ganas de jugar, de tocarla y de venirse arriba se impusieron con aplomo a un juego que tiene como único objetivo el resultado practicado por otros equipos que todos tenemos en mente.
El éxito blaugrana se fundamenta en una serie de pilares que han sido desde hace muchos años seña de identidad de este club y que por lo general van más allá de aspectos meramente deportivos. Citaremos dos: La fuerza de la cantera y el compromiso social a través de la Fundació.
Cada vez que el Barça levanta una copa (tres en este último año para los que acaben de llegar) se abre, inevitablemente, el espinoso asunto de los nacionalismos como consecuencia de la gran repercusión mediática que, queramos o no, tiene el fútbol en la sociedad de hoy en día.
La relevancia de este deporte hace que las pancartas de “Catalonia is not Spain” que lucían el otro día en el Olímpico de Roma, o los sonoros pitidos que recibió el monarca en el estadio de Mestalla, pasen a primera plana de informativos y periódicos (a pesar de que desde la televisión pública, aplicando técnicas franquistas, se trate de ocultar en este último caso la reacción de los aficionados ante Juan Carlos)
Los días siguientes los comentarios en la calle (alentados perspicazmente desde los medios de comunicación) son de un fuerte rechazo al nacionalismo catalán. Tiene gracia.
Un patriota es, por definición; y tal como caracterizó perfectamente el otro día Josep Ramoneda, un masoquista. Es un sujeto que sólo siente, sólo vive, cuando ve herido su orgullo patrio por esa horda de individuos que no comparten su sentimiento de una patria grande y libre.
La exaltación del nacionalismo conlleva, evidentemente, una serie de consecuencias negativas desde el momento que implica la exclusión de aquellos sujetos que no pertenecen a la nación por cuestión de cultura, religión, lengua o, en sus casos más exaltados raza. (Así, el nacionalismo vasco de primeros del XX contra la invasión “maketa” o el nacional socialismo alemán de los años 30).
Sin embargo, parece que, hoy en día, la sociedad española sólo considera nacionalismo en sentido negativo el sentimiento de territorios periféricos con voluntad independentista; sin darse cuenta, o sin querer darse, que la exaltación del nacionalismo español es igual o más peligrosa; pues no debemos olvidar que parte del nacionalismo catalán reciente surge como reacción frente al régimen franquista (caracterizado por una exaltación extrema del nacionalismo español).
Es curioso que, en una época en la que el término nación comienza a desdibujarse cada vez más tal y como se ha venido entendiendo, se ponga un mayor énfasis desde posturas políticas en recuperar este término.
Nación no puede ser entendida en la actualidad como un conjunto de personas con una misma cultura o religión. El término nación es en la actualidad mucho más rico; englobando dentro de ella a un conjunto de personas caracterizadas por su diversidad y pluralismo; siendo precisamente las diferencias existentes entre ellos las causas de su mayor riqueza.
Cuando la unidad del Estado se trata de fundamentar en el respeto a un trozo de tela (llámese bandera) o a una melodía sin letra (pues por suerte la SGAE todavía no ha patentado el chunta-chunta o el lo-lo-lo con el que se entona el himno patrio), implica que cuarenta mil seguidores consigan poner en tela de juicio la unidad del país y provocar el aluvión de comentarios y tertulias que ha sacudido los medios estos días; y que, con total seguridad lo volverá a hacer el año que viene; pues mucho me temo que el Barça tiene equipo para rato.
ZOMBIELAND (2009)
Hace 15 años
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